ANÁLISIS DE TÉCNICAS LITERARIAS EN “LIBRO DE ROMANCES”
Antonio Berlanga Pino despliega en su vigesimosexto libro un arsenal técnico heredado de la tradición del romancero español, actualizándolo con sensibilidad contemporánea sin traicionar la esencia del género. Las técnicas empleadas revelan a un poeta consciente del oficio que equilibra lo narrativo con lo lírico mediante recursos depurados en siglos de poesía castellana.
Metáforas Sensoriales
Berlanga convierte emociones abstractas en imágenes táctiles que materializan lo invisible. En “Apresamiento de Santiago Montoya Reyes” describe: “sale con la red de mimbre / a por los peces del alba”. El amanecer no es concepto temporal sino cardumen capaz de ser pescado, convirtiendo el tiempo en sustancia tangible. La metáfora transforma la actividad cotidiana del pescador gitano en acto poético: capturar peces equivale a capturar luz naciente.
Las imágenes visuales construyen paisajes cromáticos donde cada color funciona como correlato emocional. “Con blanco nieve en la cara, / aterido como al viento / se cimbrea la rama” describe a Federico García Lorca momentos antes de su fusilamiento. La blancura facial no es descriptiva sino metáfora del terror; el poeta convertido en rama temblorosa despojado de toda agresividad, humanizado hasta la ternura. El frío cromático anticipa la muerte inminente.
El sentido del gusto se fusiona con atmósferas espaciales en “La monja de clausura”: “sabor va por el aire / a hiel, a menta, y a sidra”. El aire conventual adquiere densidad gustativa; la clausura huele y sabe a mezcla contradictoria de amargura (hiel), frescor (menta) y fermentación (sidra). Esta sinestesia refuerza la corporalidad del lenguaje poético: el espacio se vuelve sustancia degustable.
Lo táctil y visual se fusionan en “Romance de Enamorado”: “Cauce de lirio su pecho, / llaga de clavel su frente”. El cuerpo del personaje se convierte en geografía floral donde pecho es río de flores blancas y frente es herida florida. La metáfora opera en doble registro: belleza (lirios, claveles) y dolor (cauce como surco, llaga como herida). El amor frustrado se inscribe en anatomía vegetal.
En “Muerte de Federico García Lorca”, el poeta dialoga con la muerte: “Tu silbo, toque a toque, / en los girones del alma”. Lo auditivo (silbo) penetra lo inmaterial (alma) que aparece fragmentada en jirones, pedazos rotos. El susurro de la muerte no es grito sino insinuación que infiltra ruinas anímicas. La sutileza sonora contrasta con la violencia del desgarramiento interior.
Enumeraciones y Anáforas
Las anáforas estructuran ritmo mediante repeticiones que martillean énfasis emocional. En “Romance del Transexual Femenino” el estribillo “A la lima, lima, lima, / a la lima, y al limón” funciona como cantinela popular que enmarca transformación identitaria. La repetición del verbo limar sugiere proceso gradual: pulir, suavizar, modificar. El estribillo infantil contrasta con la gravedad del contenido adulto.
En “Romance de los Sesenta Fusilados” la anáfora multiplica el lamento: “Ay!, qué oscura madrugada, / ay!, qué sendero temprano. / Ay!, que el final del camino / es luz que se va apagando”. La triple repetición de “Ay!” estructura queja coral; cada verso amplifica el dolor acumulativo. El paralelismo sintáctico (qué + sustantivo + adjetivo) organiza el horror en secuencia musical.
“Romance Lorquiano del Doble Casado Infiel” emplea anáfora como dispositivo de simetría erótica: “Yo, le besé entre las ramas, / él, bajo un ramo de mirtos, / yo, con los labios de fuego, / él, con los labios de brillo”. La alternancia “yo/él” estructura el encuentro como espejo: cada gesto encuentra réplica simétrica. El paralelismo refuerza igualdad entre amantes, desmontando jerarquías.
Las enumeraciones acumulativas catalogan realidad multiplicándola. En “Dos de Mayo” los insurgentes madrileños improvisan arsenal: “Tienen clavos y alcayatas, / alicates y tijeras, / y los cuchillos de lata / de las noches en reyerta”. La acumulación de objetos domésticos convertidos en armas subraya desamparo heroico: los humildes pelean con herramientas cotidianas contra ejército profesional.
“Muerte de los Pataletes” enumera represores: “Inquisidores, verdugos, / o sayones, carceleros, / homicidas, criminales, / o jefes del estraperlo”. La lista de oficios opresores amplifica condena moral mediante acumulación. Cada sustantivo añade matiz a la vileza; la enumeración funciona como tribunal verbal que sentencia a los ejecutores.
En “Romance de la Desbandá” se catalogan víctimas: “Madres pedan auxilio / en los huertos y arboledas, / dando terribles gemidos, / heladores como niebla”. La enumeración de espacios (huertos, arboledas) multiplica escenarios del horror. Los gemidos fríos como niebla convierten dolor en fenómeno meteorológico que envuelve paisaje completo.
Diálogos Poéticos
Berlanga integra diálogo directo rompiendo monotonía narrativa. En “Romance de Soledad” la protagonista suplica al jinete: “Llevadme, por Dios, llevadme! / alado de pluma el trote”. La voz lírica le responde: “Soledad, qué es lo que buscas, / loca de hiel y arrebato?”. El intercambio dinamiza lectura: no hay narrador omnisciente sino voces que se interrogan. El diálogo revela interioridad sin explicación psicológica explícita.
En “Romance del Imaginero Malagueo” el rostro tallado habla al escultor: “Cincela mi efigie toda / con los rasgos de tu casa, / los negros tirabuzones / cayendo sobre la espalda”. La escultura cobra voz anticipando su completud. El diálogo entre creador y criatura establece intimidad: la madera dicta al artista cómo debe terminarla. La prosopopeya se resuelve mediante diálogo que humaniza objeto inanimado.
“Romance del Ruiseñor y el Olmo” construye advertencia mediante diálogo entre árbol y pájaro: “Arriba, pronto tu vuelo! / y agita y mueve las alas, / vendr el leador temido, / sin corazón y sin alma”. El olmo aconseja al ruiseñor herido que huya antes que lleguen los taladores. El diálogo convierte relación ecológica en vinculo afectivo: el árbol protege al pájaro sabiendo que él mismo será derribado.
En “Muerte de los Pataletes” el líder guerrillero arenga: “Adelante, compaeros! / mis valientes camaradas, / haced frente al enemigo, / emisarios de guadaña”. El discurso directo inserta oralidad dentro del romance; la voz del personaje irrumpe sin mediacin narrativa. El diálogo funciona como documento: preserva palabras dichas (o imaginadas) en momento crucial.
“Partida de los Pataletes” incluye diálogo amoroso entre guerrillero Juan y mocita secuestrada: “Si eres Juan de mi delirio, / Romeo que me lastima, / mame, que no me importa / señalarme de por vida”. Ella declara amor prohibido; él responde: “Julieta de mis pesares! / mi verdadera agonía, / muerte que dar a mi muerte / fruto y pasión sin semilla”. El intercambio shakespeariano actualiza tragedia clásica en contexto guerrillero. El diálogo revela dilema ético: amor versus deber.
Reflexión Final
La combinación de estas técnicas literarias genera voz poética reconocible que equilibra tradición y contemporaneidad. Las metáforas sensoriales materializan emociones abstractas haciéndolas accesibles mediante imágenes concretas: el lector no necesita entender conceptos filosóficos para sentir el frío del miedo en la cara de García Lorca o el sabor amargo del aire conventual. Esta concreción sensorial democratiza la poesía: cualquiera que haya sentido frío o probado hiel puede conectar con los versos.
Las anáforas y enumeraciones imprimen ritmo hipnótico característico del romancero tradicional, facilitando memorización y oralidad. Berlanga recupera dimensión performativa del romance: estos poemas piden ser recitados en voz alta, cantados incluso, porque la repetición estructura musical antes que semántica. El lector se convierte en recitador potencial; el poema trasciende página convirtiéndose en acto vocal.
Los diálogos poéticos multiplican perspectivas sin romper unidad narrativa. Cada personaje habla con voz propia —gitanos, mártires, guerrilleros, víctimas— generando polifonía dentro de métrica homogénea. Esta estrategia previene que el poemario se convierta en monólogo autorial: Berlanga cede la palabra a sus personajes dejando que ellos cuenten su propia historia, actuando más como escriba que como autor omnisciente.
El impacto de estas técnicas en la conexión con el lector resulta inmediato. Frente a poesía hermética que exige erudición literaria, Berlanga ofrece claridad expresiva sin simplismo. Las metáforas son bellas pero comprensibles; las anáforas suenan bien al oído sin necesidad de análisis retórico; los diálogos revelan conflictos humanos reconocibles. Esta accesibilidad no equivale a pobreza estilística sino a dominio técnico: hacer parecer sencillo lo que es complejísimo.
La atmósfera emocional del libro oscila entre tragedia épica y ternura lírica sin caer en sentimentalismo. Berlanga practica intensidad contenida: el horror histórico —fusilamientos, represión, violencia de género— se narra con distancia formal que evita tremendismo. Esta contención paradójicamente amplifica impacto: el lector completa emocionalmente lo que el verso sugiere sin explicitar. Las técnicas literarias no son ornamento sino estructura vertebral que sostiene edificio emocional del poemario.